10 abr 2018

NIÑOS BAJO PRESION EN AJEDREZ.




Entrenar a los niños en resiliencia y en dificultades. Hay un dicho ruso: Hay que criar a los hijos con un poco de hambre y un poco de frío.
Y hay otro en México: Estamos como estamos, porque somos como somos.
El recién terminado torneo de Candidatos en Berlin mostró muchas situaciones especiales.
Una de las notables, es que por primera vez desde 1921 tenemos un retador al campeonato mundial de ajedrez de la raza latina. Siempre eran eslavos, un par de anglosajones, un holandés y de la India y Escandinavia. Pero desde Capablanca, nadie con sangre de los romanos llegaba a disputar el campeonato mundial. Con muchos campeones mundiales no oficiales como Ruy Lopez, Paolo Boi da Noto, Philidor y en cierta medida Morphy, solo Capablanca estuvo en el trono, aunque Carlos Torre, Esteban Canal y sobre todo Henrique Mecking estuvieron cerca de convertirse en retador, pero con Fabiano Caruana, parece que regresamos a ver ajedrecistas de la cepa mediterránea contendientes al máximo título de ajedrez.
Pero lo interesante en Berlín es como los contendientes enfrentaron la presión y lo importante que es para un ajedrecista manejar situaciones emocionales, ya que la toma de decisiones en una partida de ajedrez se ve muy afectada por este control de emociones.
Los niños mexicanos continuamente están sujetos a “exámenes” de ajedrez, torneos de calificación uno tras otro. Que si para ganar un aval, un lugar, una medalla. Eso tiene sus puntos buenos y malos. Por un lado estas cadenas de torneitos y torneotes han proliferado como un medio de fondearse asociaciones y directivos a base de exprimir a los padres de los niños. Otro aspecto lamentable es que prolongan demasiado la etapa en que niños se enfrentan con niños, y muchos de ellos llegan a jugar con adultos de manera regular a una edad mayor que las generaciones anteriores. Un niño que juega con niños más de dos años, ve retrasado su desarrollo como jugador formal, pero como no tenemos estudios estadísticos confiables, no se sabe con certeza que tanto daño hace. De hecho un gran porcentaje de los niños jugadores dejan el ajedrez antes de cumplir dieciocho años y por ello no sabemos que tan afectados quedan por jugar más de dos años en torneos infantiles. En la URSS como regla los niños jugaban con niños menos del 15% de sus partidas de torneo al año, en México, en la actualidad, un niño juega contra otros niños más del 70% de sus partidas, lo que retrasa su fogueo. Lo ideal es que un niño de 12 años jugase más del 50% de sus partidas de torneos con jugadores de más de 2000 de rating, pero en México cuando mucho llegan a jugar el 20% de sus partidas con jugadores de ese nivel, lo que debe ser malo seguramente.
Pero en Berlín vimos jugadores que tenían poco desarrollada su resilencia. Acostumbrados a jugar torneos de elite, donde no se califica a nada y casi una buena repartición de billetes esta asegurada, varios no resistieron la presión. Lo vimos en Aronian y un poco en Kramnik.
Hay un cierto nivel de presión que se necesita para  movilizar nuestros recursos para pelear. Algunos jugadores no pueden soportar la tensión y nunca podrían asumirla a pesar de ser muy buenos en e ajedrez. Hay algunos que se consumen en la presión e incluso revientan y se “escapan”, mentalmente de las situaciones muy tensas, basta recordar a Ivanchuk y como tronó en su match con Ponomariov y sus resultados variopintos. Su excelente preparación y su natural facilidad para el ajedrez se han visto contrarrestadas por un pésimo manejo emocional.
El ajedrez también involucra un poco de suerte, pero lo que hace la diferencia es si se está entrenado para soportar el calor y tensión de la lucha, y si no está bien fogueado en la lucha en situaciones desfavorables, seguro reprobará la asignatura de manejo de emociones.  
Hay una factor muy importante, el medio donde un jugador se desarrolló. Los jugadores de las supuestas “sociedades de bienestar” están menos entrenados para para soportar la tensión. No es secreto lo dura que era la escuela del ajedrez soviética, y aunque tenían algunos métodos de entrenamiento confidenciales, mucho ayudaba el entorno duro. No era fácil destacar y había siempre una lucha despiadada por los pocos lugares para competir internacionalmente, que era el único camino al éxito en el ajedrez y a disfrutar de privilegios y sitios destacados en la sociedad tan monolítica de la URSS. Eso ponía una enorme presión en los jugadores y el ganar y perder era como cosa de vida o muerte. Un ejemplo de la clase de gladiadores que esa presión producía la tenemos en un personaje como Korchnoi.
Los jugadores infantiles como se “conducen” en México, difieren en mucho de los cubanos de la misma edad. Hay poco fogueo emocional y algunos muy consentidos por sus padres en México, tal vez causados por el deseo de darles oportunidades que no tuvo la anterior generación. En Cuba también hay muchos casos, sobre todo con niños con familiares en “el exterior”, pero en la Isla hay una lucha por los puestos más dura que entre los infantes mexicanos, donde el “aval” es numeroso y con vías diversas para obtenerlo. Los niños cubanos prácticamente no participan en eventos internacionales “mundiales”, (más bien abiertos”, sino hasta que lo hacen como adultos y con reales perspectivas de triunfo, nunca debajo de los veinte primeros, mientras enviamos a los niños aunque solo puedan aspirar a lograr un lugar cuarenta, si bien le va. Pero money makes the world goes round”, o algo así. El caso es que aquí la meritocracia cede ante la mercadotecnia.
De la obra sobra, dicen los aeropuertarios, hay que mandar decenas a los mundiales infantiles, desde sub 4 hasta sub 80 si pagan….De cada peso invertido, treinta centavos se extravían en el camino…